En el número 216 de la revista Scherzo (febrero de 2007), Alfredo Brotons Muñoz hace un repaso a toda la discografía del Orfeo de Monteverdi y destaca al final cinco versiones: las dos de Harnoncourt, la de Jacobs, la de Garrido y la segunda de Sergio Vartolo, grabada “para, con una golpe de auténtico crack, ganar punto, juego, set, partido y torneo. El tenis y el arte tienen en común estas cosas” (página 129). Pasando por alto esta última afirmación (yo siempre pensé que en el arte no había vencedores ni vencidos), me dejé llevar por tales ditirambos y me la hice regalar para mi cumpleaños, por delante de otras obras de las que no tenía ninguna grabación. Se me antojó, vamos.
Qué quieren que les diga: comparada con las grandes, esta versión de Vartolo adolece de unos tempi en exceso lentos y de falta de brío y de mordiente. William Mateuzzi (Orfeo) está espléndido desde los puntos de vista vocal y estilístico, pero un tanto inexpresivo. Los demás miembros del reparto tampoco consiguen superar una impresión de fría e idiomática corrección, dirigidos por un Vartolo que abusa de la lengüetería del órgano positivo en solitario para acompañar muchos pasajes, en vez de currarse alguna instrumentación más variada. Tan sólo Sara Mingardo (
Creo que esta versión no le llega a la suela del zapato a la de Gardiner, que ni siquiera es destacada por Brotons como una de las mejores de esta ópera genial.