sábado, 31 de marzo de 2007

¿Un Orfeo de referencia? ¡Y un jamón!

En el número 216 de la revista Scherzo (febrero de 2007), Alfredo Brotons Muñoz hace un repaso a toda la discografía del Orfeo de Monteverdi y destaca al final cinco versiones: las dos de Harnoncourt, la de Jacobs, la de Garrido y la segunda de Sergio Vartolo, grabada “para, con una golpe de auténtico crack, ganar punto, juego, set, partido y torneo. El tenis y el arte tienen en común estas cosas” (página 129). Pasando por alto esta última afirmación (yo siempre pensé que en el arte no había vencedores ni vencidos), me dejé llevar por tales ditirambos y me la hice regalar para mi cumpleaños, por delante de otras obras de las que no tenía ninguna grabación. Se me antojó, vamos.

Qué quieren que les diga: comparada con las grandes, esta versión de Vartolo adolece de unos tempi en exceso lentos y de falta de brío y de mordiente. William Mateuzzi (Orfeo) está espléndido desde los puntos de vista vocal y estilístico, pero un tanto inexpresivo. Los demás miembros del reparto tampoco consiguen superar una impresión de fría e idiomática corrección, dirigidos por un Vartolo que abusa de la lengüetería del órgano positivo en solitario para acompañar muchos pasajes, en vez de currarse alguna instrumentación más variada. Tan sólo Sara Mingardo (La Mensajera y Proserpina) consigue aunar la belleza vocal y la depurada técnica con la verdadera musicalidad que uno espera de los cantantes de una versión que pasa por ser referencia absoluta.

Creo que esta versión no le llega a la suela del zapato a la de Gardiner, que ni siquiera es destacada por Brotons como una de las mejores de esta ópera genial.

viernes, 23 de marzo de 2007

Busco chica para cantar canciones de Sergio y Estíbaliz en un karaoke

Aunque lo normal es ir fardando por ahí de lo exquisitos que son los gustos de uno mismo (y declarar lo mucho que a uno le gustan Debussy, Ravel, Lutoslawski y Takemitsu, por no decir Scelsi o Sciarrino), todos tenemos un lado oscuro, aunque nos cueste reconocerlo. A mí, por ejemplo, me pierden las canciones horteras, tanto en su vertiente italiana (desde Claudio Baglioni hasta Laura Pausini) como en la española (verbigracia, las que escribió el ínclito Juan Carlos Calderón para Mocedades).

Pero, igual que todo buen degustador de sinfonías de Bruckner pega batutazos al aire en la intimidad de su casa, el amante de las canciones de Calderón ha probado a cantarlas cuando nadie le ve. Y para eso son mucho mejor las que escribió para el dúo formado por Sergio y Estíbaliz que las que escribió para Mocedades, que con tanta voz uno no sabe dónde agarrarse. Así que propongo que destapemos nuestro lado musical más oscuro y salgamos –metafóricamente- del armario musical; de paso, aprovecho esta humilde bitácora (que dudo mucho de que alguien lea) para buscar alguna chica que se atreva a cantar las partes de Estíbaliz en un karaoke mientras yo canto (es un decir) las de Sergio. Volver, Tú volverás, Búscame o Piel son monumentos donde los haya al horterismo musical en estado puro, pero también pedazos de canciones con unas melodías y unos arreglos setenteros de un lirismo arrebatador.

domingo, 4 de marzo de 2007

¡Qué Cruz!

Desde hace varios años, un servidor viene constatando una verdadera campaña en los medios de comunicación para convencernos al común de los mortales de lo buena actriz y de lo guapísima que es Penélope Cruz. La mayoría de la gente se lo cree. Yo no: nunca me ha parecido especialmente guapa (por más que la cirugía, la peluquería, el maquillaje y el vestuario se alíen con ella cada vez más), ni me parece que sea una de las mejores actrices españolas de su quinta (de hecho, en sus primeros papeles me parecía una actriz deficiente, aunque he de reconocer que ha ido aprendiendo).

En Volver, de Almodóvar, la he visto trabajar bien por primera vez. Y si los medios de comunicación ya insistían en lo buena actriz que era cuando no lo era, imagínense ahora, cuando por fin la chica lo hace verdaderamente bien: nos hemos visto abrumados con una auténtica saturación informativa. Para mis adentros, yo deseaba con todas mis fuerzas que le dieran el Óscar a Helen Mirren: no tanto porque creo que la británica lo merecía con creces (que también) sino para que no se lo dieran a Penélope Cruz. He dicho.