miércoles, 30 de mayo de 2007

La ferretería


Debo reconocer que me gusta muy poco el bricolaje. Me hago el remolón si tengo que hacer alguna chapuza de poca monta y cuando, pasado varios meses, me avengo a llevarla a cabo, la resuelvo brillantemente con precinto, silicona o el pegamento de los dos tubitos.


Antes de cada chapucilla tengo que ir a la ferretería. Pero eso me gusta más, quizá porque he tardado cuarenta y cuatro años en darme cuenta de que prefiero gastarme el dinero antes que trabajar.


Conste que en todas las ferreterías de mi pequeña ciudad me he sentido tratado con corrección. Pero hay una que me gusta más que las otras. Es la que está en la zona de bares de copas.


En la ferretería que me gusta trabajan cuatro personas. El padre, que no tiene rival en el arte de copiar llaves; la madre, que ejerce la jefatura del negocio con una suavidad que para sí quisiera más de un jefe de servicio de la Consejería; la dependienta, que lleva trabajando allí desde que yo tengo conciencia y todavía es joven; y la hija, ferretera con estudios por la que profeso una devota y sincera admiración.


Todos ellos son tan diestros en venderte tacos fischer como en ejercer el noble y casi olvidado arte de la charla. Si les pides portalámparas, sacarán todos los que tienen y, si quieres, te los glosarán uno a uno con tanta precisión como calma. ¿Que no sabes colocar el portalámparas? Te lo explicarán con todo detalle para que tú mismo puedas hacerlo y no tengas que pedirle ayuda al amigo manitas o al vecino de al lado. Si la tienda está llena y han terminado de atenderte te despedirán con un saludo cortés y tú te irás a la calle. Pero, si no hay gente... entonces podrás disfrutar de un ratito de charla a una, dos, tres o cuatro bandas, según el número de ferreteros que estén libres.


Algunas dependientas de otros negocios han desarrollado una remilgada oratoria popular que les hace parecer señoritas Penélope Glamour de Castilla la Vieja. Hablan despacito y, con un tono de voz impostado, dicen: “sí, bonitaaa; sí, cariñooo; sí, cielooo; sí mi amooor”, en un inútil empeño en hacerse las simpáticas. Sin embargo, mis cuatro ferreteros son afables por naturaleza y hablan con la misma pasmosa naturalidad con la que escribía Borges, que lo hacía mejor que nadie sin necesidad de usar palabras rimbombantes.


No niego que compro en el híper y, antes de llenar el carro hasta el culo con cereales americanos, chorizo Palacios y pizzas de Casa Tarradellas, antes aún de cultivar mi lumbago con la caja de leche, echo a veces en el carro vacío alguna de esas cajitas de insulso plexiglás transparente con un número asquerosamente redondo de escarpias, cáncamos o tirafondos. Pero que nadie me diga que es lo mismo. No lo es.


Vivo cerca de una ferretería. Mi madre vive al ladito de otra. Pero cuando ella me llama para que le cuelgue un cuadro en su casa, mis cansadas piernas, desafiando la ley de la gravedad y la de la lógica, empiezan a subir la cuesta que lleva a la zona de los bares de copas. Allí, en la ferretería, compro los tacos y las escarpias y bajo otra vez la cuesta que lleva a casa de mi madre, después de dar un rodeo:

- Mira, mamá, con qué taco más pequeño voy a colgarte el cuadro: es un taco fischer del cinco. Auténtico. Nada de imitaciones.

domingo, 27 de mayo de 2007

Leonardo y las TIC

En los centros de formación del profesorado de mi región vienen dándonos la tabarra con la vital importancia de la informática y los medios audiovisuales, que ahora reciben el pomposo nombre de TIC. Incluso, nuestro influyente jefe de Valladolid ha establecido la obligación de introducir un módulo de las susodichas TIC en todos y cada uno de los cursos, seminarios y grupos de trabajo que éstos centros organicen. ¿Se imaginan una sesión sobre "El proyector multimedia en el cuidado y mantenimiento de los instrumentos musicales"? ¿Y otra sobre "La importancia de la pizarra digital interactiva en la práctica de la carrera campo a través"?

Hace poco, el teólogo de la Liberación Leonardo Boff ha honrado con su presencia a mi pequeña ciudad. Renunciando a la mesa de nogal añejo que había en la sala, se adelantó y, de pie, pronunció una charla perfectamente estructurada en una lengua que no es la suya y sin mirar un triste esquema. Abrumado por tanta sabiduría y con tan pocos medios, me acordé del oscuro jefe de Valladolid: ahí tenía que haber estado, a ver si se le callaba la boca un poco.

miércoles, 23 de mayo de 2007

La Joven Orquesta y el balonvolea


La Joven Orquesta Sinfónica de Soria (JOSS) ha sido, tal vez, el proyecto cultural más interesante de los últimos años en esta pequeña ciudad castellana. La forma en que está gestionada (por los padres de algunos de los músicos) hacía, no obstante, difícil su continuidad, pues aquéllos quieren una orquesta para sus hijos -sin que éstos tengan que revalidar sus méritos- y no admiten la figura de un gerente que pueda quitarles poder. El excelente director musical de esta orquesta, Alberto Barranco, ha pedido la celebración de pruebas de admisión y la contratación de un gerente, lo cual ha chocado con la postura de los padres y ha provocado su renuncia, precedida por la del presidente y la vicepresidenta de la Asociación Cultural que gestiona la centuria. En un artículo publicado hace poco en la prensa local, pedí que los poderes públicos asumieran la titularidad de esta orquesta para salvarla y hacer de ella un proyecto perdurable.

Por las mismas fechas se anunció la inminente disolución –por falta de patrocinadores- del equipo de balonvolea de la misma ciudad, equipo que tantos títulos ha conseguido y tanto lustre le ha dado.

Ni que decir tiene que en seguida surgieron voluntarios para salvar al equipo de balonvolea. De la Joven Orquesta nunca más se supo.

Éste es, desgraciadamente, el concepto de cultura que se tiene en mi tierra.

lunes, 14 de mayo de 2007

Raquel Andueza


Las primeras cantantes españolas que destacaron en la música antigua se apellidaban igual. Desconozco si a Montserrat Figueras y a Pilar Figueras les unía algún lazo de parentesco, pero su estilo era muy parecido y marcó una época: Pilar cantaba en el Clemencic Consort de Viena; Montserrat, en Hespèrion XX. Con el paso del tiempo, a Pilar Figueras se le dejó de oír; mientras tanto, su homónima Montserrat sigue ligada a los múltiples proyectos de su marido –Jordi Savall- más allá de donde la prudencia vocal aconseja.

Después surgieron voces interesantes como la de Isabel Álvarez o la de María Villa, pero la nueva hornada de cantantes españolas de música antigua no cristaliza hasta que surge la zaragozana Marta Almajano, quien fuera musa del grupo Al Ayre Español en sus primeros años. La Almajano hereda en parte el estilo de Montserrat Figueras, pero con los medios vocales de una cantante en plenitud de facultades.

Después de Marta Almajano ha llegado una joven generación de cantantes españolas dedicadas a la música antigua, entre las que podríamos citar a María Luz Álvarez, a Núria Rial, a María Espada o a Raquel Andueza. Todas ellas son dignas de admiración, pero uno no puede disimular su preferencia personal por la Andueza.

Después de escuchar con terca insistencia muchos de sus discos, fui a verla en vivo por primera vez este domingo. A ella y al resto de Los Músicos del Buen Retiro en Las Amazonas de España, ópera de Giacomo Facco con libreto de Cañizares. El concierto fue una fiesta, y la Andueza demostró todas las virtudes vocales que la adornan: una voz joven y bella, una inteligibilidad absoluta del texto, una musicalidad sin tacha y una expresividad manifiesta, tanto en lo puramente vocal como en el admirable trabajo gestual.

Gracias, Raquel.

lunes, 7 de mayo de 2007

Banderas inconstitucionales

Es posible que mi mente funcione a piñón fijo, pero casi todas las cartas al director de lectores de diferente orientación política a la mía me parecen aburridas, reiterativas y cortadas por el mismo patrón. Sin embargo, de vez en cuando encuentro alguna que me sorprende, y exclamo: “Mira, uno de derechas (o un nacionalista) razonable”. Supongo que lo mismo les ocurrirá a ellos.

Hace poco, Manuel González Ferrer (uno de estos sagaces lectores de derechas) mandaba una carta a El Mundo (04/05/2007) en la que, con una lógica inapelable, argumentaba que la izquierda se queja amargamente de que en las manifestaciones convocadas por el PP hay alguna bandera franquista, tildándola de inconstitucional, pero esas mismas personas de izquierdas nada dicen de la presencia de banderas republicanas en sus manifestaciones, cuando éstas también son inconstitucionales. Nada que alegar: me rindo ante la evidencia.

Pero, no obstante, me gustaría resaltar una sutil diferencia entre el significado de una y otra bandera, ajenas ambas a los dictados de la actual Constitución de 1978. La bandera franquista reivindica una dictadura; la tricolor, otra forma de estado dentro de la democracia. La bandera franquista nunca fue fijada como la bandera oficial española por ninguna constitución, sino por las leyes de un régimen que se impuso por la fuerza; la bandera republicana fue fijada por la Constitución del único régimen en el que los españoles decidieron sobre la forma de estado que querían.

Porque a los españolitos de hoy no se nos ha planteado una consulta aparte para decidir sobre la forma de estado que queremos: tuvimos que elegir entre la perpetuación de la dictadura franquista, por una parte, y un nuevo régimen democrático, monarquía incluida, por otra. Lo lógico habría sido un primer referéndum para aprobar una constitución democrática y un segundo referéndum para reformar o no la anterior y decidir sin trampa la forma de estado que quería la mayoría de los españoles. Pero ese segundo referéndum nunca se ha celebrado.

Aún estamos a tiempo de que se convoque. Ahora (cuando nuestra democracia está consolidada y ya no hay peligro de que vengan los rojos con su tridente y su rabo) sería un buen momento.