lunes, 4 de enero de 2010

Ha muerto Vjekoslav Sutej


A través de www.mundoclasico.com (revista virtual en la que colaboro desde hace unos meses) me entero de la triste noticia de la muerte del que fuera el primer director titular de la Orquesta Sinfónica de Sevilla, el croata Vjekoslav Sutej.

Estuve viviendo en Sevilla entre los años 1989 y 1993, y pude asistir como espectador a la creación y a las primeras temporadas de la Sinfónica. Por aquel entonces sólo había en España tres orquestas de un cierto nivel: la Nacional y la RTVE en Madrid, y la Ciudad de Barcelona en la ciudad condal. Acostumbrados a orquestas de aficionados en el resto de las ciudades españolas, escuchar los primeros conciertos de una orquesta de la categoría de la Sinfónica de Sevilla era como asistir a un milagro. Sutej no sólo fue su primer titular, sino que escuchó uno por uno en las audiciones a los que serían más tarde sus componentes. En aquellos primeros años sevillanos sin ópera no pude comprobar la acreditada fama que Sutej tenía dirigiendo en el foso, aunque sí pude disfrutar de sus extraordinarias, precisas y vigorosísimas ejecuciones del nacionalismo ruso (Tchaikovsky, Rimski-Korsakov, Stravinsky, Prokofiev) y del posromanticismo alemán (Mahler y Richard Strauss). El público era prácticamente unánime en alabar la maestría del croata (cuando venían directores invitados, salvo Víctor Pablo Pérez, la orquesta siempre sonaba peor) y tan sólo un crítico, que ahora se hace el sueco, se atrevió a poner en entredicho su calidad, con generalizaciones de trazo grueso que tal vez provinieran de no saber separar lo personal (algún desencuentro dicen que hubo) y lo profesional.

Descanse en paz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, amigo Pocho. No sabes lo que me alegro de tu vuelta a los éteres estos raros de internet.

Quería decir, maleducado y groserote como soy (es lo que hay, ya que uno llega a esa edad en la que si no te asumes y aceptas, malo)que la Municipal de Valencia tenía bastante largo el recorrido (pese a que pasaba lo contrario: sólo sonaba con los directores invitados, con el cuasi eterno titular, M.G., flojeaba); el Liceo de Barcelona era en todo equiparable (el ***** del Franz Paul Decker era bueno, el tío).

Lo dicho, una gran alegría. Como un guiso de boletus, al menos.